jueves, 26 de noviembre de 2009

APÉNDICE I

Milagro De La Santa Espina


En el convento de Port Royal había una educanda de diez u once años, llamada Mlle. Périer, hija de M. Périer, consejero del Tribunal de Impuestos de Clermont, y sobrina de Pascal. Desde hacía tres años y medio estaba aquejada por una úlcera lacrimal en el ojo izquierdo, la cual ¾ muy crecida en el exterior¾ había corroído todo el interior, hasta el punto de que ¾cariado el hueso de la nariz y perforado el paladar¾ la materia le corría por la mejillas y la nariz, penetrando hasta la garganta […].[1] Vivía entonces en París M.de la Potterie, un noble y piadoso eclesiástico que había reunido con gran amor muchas de las reliquias entre las que aseguraba que había incluso una espina de la corona de nuestro Señor […]. Las monjas de Port Royal pidieron verla también; la recibieron el 24 de marzo de 1656 […]. Al recibir la santa Espina, las monjas la depositaron en el interior del coro, sobre una especie de pequeño altar ante la reja […]. Al acabar las vísperas, todas las monjas fueron a besar la reliquia, cada una según su grado: primero las profesas, luego las novicias, y por último, las educandas. La maestra de estas últimas […], cuando vio a la pequeña Périer, no pudo evitar un sentimiento de horror, mezclado con compasión, ante su rostro tan desfigurado por la enfermedad, y le dijo; “Encomendaos a Dios, hija, y tratad de que vuestro ojo enfermo toque la Espina.” La niña hizo lo que se le había dicho[…]. Acabada la ceremonia, se retiró a su habitación como todas las demás educandas, pero apenas entró allí dijo a su compañera: “Hermana mía, ya no estoy enferma; la santa Espina me ha curado”. 



[1] “A comienzos de marzo,  Marguerite empeora: ya no duerme, tiene fiebre y fuertes dolores de cabeza, el rostro poco a poco se le va deformando, El pus sale por el ojo y por la boca. Al horror de este triste espectáculo se suma la hediondez, que le lleva a estar aislada de las otras pensionistas, también para evitar el contagio. La solución urgente ¾dice el cirujano que consultan¾ es aplicarle un botón de fuego, aunque el resultado es incierto y su vida peligra. Pascal escribe a Florìn para que venga a Parìs a la operación, Y llega el 24 de marzo. Cfr. WILLIANS, Jaimes, pág 31.

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