lunes, 21 de diciembre de 2009

EVERETT REIMER, LA ESCUELA HA MUERTO (VIII)

8   REDES DE OBJETIVOS EDUCATIVOS



“… En consecuencia  se ideó que, siendo las Palabras simplemente Nombres que se dan a las Cosas, sería más conveniente que los Hombres llevaran consigo tantas como cosas necesitasen para hablar del Asunto principal a discurrir. Y este invento se habría implantado, por cierto, para gran Comodidad y Salud de Temas, de no existir las Mujeres, en consorcio con el Vulgo y con los Ignorantes, amenazando con alcanzar en Rebelión si no se las dejaba en libertad de hablar con la Lengua, a la Manera de sus Antepasados: a tal Grado es el Vulgo Enemigo Constante e Irreconciliable de la Ciencia. Sin embargo,  muchos de los más Sabios y Eruditos se adhirieron al nuevo Esquema de expresarse mediante Cosas; lo cual presenta el único Inconveniente de que un hombre que se ocupa de Grandes y Diversos Asuntos se ve obligado a cargar, en proporción, un Talego mayor de objetos a la espalda, a menos que pueda pagar  uno o dos robustos Criados para que lo ayuden. Yo he visto muchas veces a dos de esos Sabios,  casi abrumados por el peso de sus fardos, tal como los Buhoneros entre nosotros, encontrarse en la Calle, echar la Carga a tierra, abrir los Talegos y conversar juntos durante una Hora; y luego guardar los Utensilios, ayudarse mutuamente a reasumir sus Cartas y Despedirse”.
JONATHAN SWIFT
Viajes de Gulliver
Hay objetos que tienen un valor educativo general, en tanto que otros lo tienen  particular. Los que tiene un valor educativo especial se dividen a su vez en dos clases: aquellos que encarnan símbolos, y aquellos que producen, traducen, transmiten o reciben información codificada en símbolos. Todos los objetos sirven de medios de comunicación pero, como señala Swift, algunos sirven mejor que otros. Entre los mejores se cuentan  la documentación, los libros, las cintas grabadas, y cualquier tipo de cosas que se utilice para almacenar símbolos. La documentación es tan relativamente fácil y barata de guardar y conservar que se la puede organizar de tal manera que el acceso a ella sea  rápida e infinitamente más eficaz que la organización de lo que ella representa. Esa es la virtud del cerebro humano, pero también de las computadoras, las bibliotecas, los depósitos de microfilm y  similares. Las grades colección de documentos, tales como las bibliotecas centrales y los archivos nacionales, son una especie de memorias colectivas que sirven a la sociedad de la misma manera que los cerebros a los individuos.  Una mayor organización  de dichas colección de documentación, mediante computadores, aumentará seguramente en gran  manera su utilidad y garantizará el cotejamiento con los cerebros humanos. El acceso efectivo a la documentación llegará a ser sin duda para el hombre educado aún más necesario que en la actualidad. Aún hoy en día, los archivos son valiosas extensiones de los cerebros educados. Mucho de cuanto podría almacenar en la memoria humana se pasa deliberadamente a esos sistemas nemotécnicos suplementarios.

La gran economía mediante la cual hoy es posible organizar los distintos tipos de sistemas de documentación para que un número casi ilimitado de personas tenga rápido acceso a los mismos, constituye uno de los hechos que permite que la casi ilimitada educación universal sea tan barata.  Cualquiera que aprenda a usar esos sistemas ―para lo cual se necesita, a ciertos niveles por lo menos, sólo alguna que otra destreza elemental ― es capaz de continuar posteriormente con su propia educación prácticamente hasta donde lo desee. Eso siempre ha sucedido en los casos de personas que sabía leer y encontrar los libros necesarios. El nuevo desarrollo añadirá sencillamente facilidad. Puede que valga la pena hacer notar que lo citado también ha sido cierto para cualquier persona  que supiera cómo observar y encontrar información. La lectura no hizo más que facilitar las cosas, de la misma manera que lo hacen ahora las computadoras. Facilitan las cosas a tal extremo, sin embargo, que ahora la educación puede llegar a ser universal.

La calidad de esa educación sólo dependerá de la calidad y la integridad de la documentación de que el público dispone. Toda aquella información  de la cual presumiblemente depende la ventaja de la nación o de alguna corporación, no estará disponible. Lo mismo sucederá con la información  que algunos grupos juzguen imprescindible para mantener la ventaja que tiene sobre otros. Esos son problemas que no se resuelven únicamente mediante la organización.

Las bibliotecas son modelos parciales para la organización de documentación y objetos similares. Alcanza con una  extensión del sistema bibliotecarios para permitir que ese tipo de objetos educativos sea puesto a disposición de loe educandos. Pero la amplitud de la extensión necesaria es inmensa. Las bibliotecas no aprovechan totalmente aún la facilidad y la economía con que hoy se puede reproducir la mayoría de la documentación. Se encuentran, desde luego, seriamente en desventaja debido a los derechos de propiedad y a las consecuentes restricciones que se impone a la reproducción del material. Estas restricciones, junto con la novedad de los métodos de reproducción baratos, explican la prolongación de la tradición custodial, que induce a las bibliotecas al cuidado de preocuparse más por sus archivos que por sus clientes. Habrá que superar la costumbre de servir a la élite en lugar de servir al público en general. El público lector es una élite, y puesto que las bibliotecas se establecieron basándose en los libros, su alcance educativo se ha visto limitado tanto por la élite como por una tradición custodial. Puede que ni siguiera sea una buena idea utilizar la palabra biblioteca para la red de objetos  educativos que debe llegar a ser una de las principales instituciones alternas frente a las escuelas.

Además de catálogos sumamente detallados y de depósitos con toda clase de documentación, necesitamos tener un acceso efectivo a los objetos que tiene un valor especial en la transmisión de información. Entre dichos objetos se cuentan los instrumentos que sirven para manejar la información, producirla o transmitir su mensaje. Los libros son de los pocos sistemas de documentación que no requieren decodificadores especiales. Sin embargo, la producción de libros y periódicos requiere instrumentos que son  indispensables: lápices, máquinas de escribir, mimeógrafos o impresoras. El acceso de todos a esos instrumentos es tan importante como la habilidad de leer lo que se ha escrito. Esa es la razón por la cual la libertad de prensa fue incluida en la Declaración de Derechos de los estados Unidos de América. Su propósito original fue proteger el derecho de la gente común como Thomas Paine a difundir públicamente sus ideas; sólo más tarde se convirtió fundamentalmente en una protección para la prensa comercial.

Aparte de los libros hay mucha más documentación que también requiere instrumentos para su producción y su utilización. Para producir y registrar sonido se puede necesitar instrumentos musicales y micrófonos, así como tocadiscos para escuchar dichos registros. Las máquinas de escribir y las computadoras son necesarias para la producción y lectura de tarjetas perforadas, cintas, disc-packs,  y otras clases de registros de computadoras. Las cámaras y los proyectos son otro par de instrumentos elementales, que se pueden combinar con telescopios, microscopios y muchos otros dispositivos, y que pueden emplear como sistemas transmisores a la televisión y las líneas telefónicas. Existen también materiales más sencillos que sirven  para producir archivos, como, por ejemplo, pinturas y pinceles, cuchillos y cinceles, agujas de tejer e hilo, en fin, una inmensa variedad de herramientas y materiales corrientes.

Los dispositivos empleados  para codificar  y decodificar mensajes caen dentro de categorías de clases de instrumentos  o de máquinas que transforman una clase de energía en otra. Los instrumentos musicales y las máquina, as impresoras, por ejemplo, estrictamente no son dispositivos de comunicación, tales como las grabadoras o las máquinas de escribir. Todos los tipos generales de transformación de energía tiene un valor educativo especial, no sólo debido a su utilidad general para facilitar la comunicación, sin también porque revelan la relación entre el movimiento y el tiempo; los motores, entre el movimiento y la electricidad, los telescopios, entre la distancia y el tamaño. Los nombres de las relaciones de esa índole ― pero no restringida al mundo de la física― componen  la mayor parte del vocabulario de una persona bien educada.

Las herramientas, los instrumentos, y las máquinas, están hoy mucho menos al alcance de la mayoría del las personas de las sociedades tecnológicas. La producción especializada a gran escala los remueve de los escenarios habituales. Aún es posible encontrar artesanía y mecánica en América del Sur, Asia y África, pero en Europa y América del Norte la artesanía y la mecánica desaparecen rápidamente de la vista del público. No sólo se priva a los niños, sino también a los vecinos, los amigos, los clientes y los transeúntes, de tener acceso a demostraciones de primera mano y posibilidades de experimentar con las herramientas y ver las entrañas de los artefactos que actualmente salen de las fábricas envasados en brillantes caparazones. Peor aún, no es posible desarmar muchos de los dispositivos modernos sin destruirlos automáticamente. No están hechos  para ser reparados sino para ser sustituidos. Como resultado de ello el hombre moderno se enriquece en dispositivos y se empobrece en la comprensión  que tiene  de los mismos. La proliferación de los productos blindados y las fábricas amuralladas ― detrás de las que se esconden las herramientas, los instrumentos y las máquinas ― tiene educativamente el mismo efecto que el escamoteo de la documentación oculta detrás de los velos de la seguridad nacional y del privilegio de las corporaciones. Como resultado de todo ello a la gente se le niega la información que necesita para actuar inteligentemente en su propio interés. Las razones ocultas detrás de esos secretos son las mismas, aunque los motivos conscientes pueden ser distintos. Los fabricantes ocultan su equipo y sus productos de la vista  de sus clientes quizá no es un acto consciente de mantenerlos en la ignorancia, pero sí ciertamente para mantener una ventaja en la cual la ignorancia es un factor crítico.

El secreto no se limita de ninguna manera a los países capitalistas. Los profesionales, los dirigentes y los trabajadores especializados cuidan sus privilegios tan celosamente como los propietarios. Las técnicas de la producción moderna les sientan por igual y en parte son ciertamente   por lo menos responsables por el secreto, dejando de lado cualquier motivación consciente. La producción a gran escala tiene, de por sí, implicaciones profundamente  antieducativas, tal como lo ha señalado Jane Jacobs en su libro Economía de las ciudades.

Mientras la producción a gran escala continúe monopolizando las herramientas, los instrumentos, las maquinarias y otros productos que tienen un valor educativo particular, será necesario incluir dichos productos en catálogos o quías educativas estableciendo la forma de acceso general a las mismas. Las escuelas industriales representan un intento de permitir ese acceso, pero son mucho más caras y menos educativas que un terreno baldío lleno de chatarra. Las escuelas industriales y vocacionales jamás pueden satisfacer las necesidades de toda la población, cosa que, en cambie, sí podrían hacer  los terrenos baldíos con chatarra, a pesar de que hoy en día es mucho más difícil en cierta medida tener acceso a ellos.

Los juguetes y ls juegos son una clase especial de objetos que presentan un gran potencial para compensar las desventajas educativas de una sociedad tecnológica. Son capaces de simular muchas situaciones  y objetos reales, en ocasiones ventajosamente y en otras no. Las normas de circulación del tráfico tal como se enseñan en las aulas pueden ser  una simulación peligrosamente segura de una situación verdaderamente peligrosa. Pero los juegos y los juguetes  sencillos, a los cuales se puede tener fácil y amplio acceso,  podría proporcionar habilidades, prácticas y comprensión intelectual, cuya efectividad y economía serían difícilmente iguales. Los juegos tienen tres grandes propiedades educativas. En primer lugar, son una manera agradable de aprender muchas habilidades, cuya práctica de otra forma sería muy onerosa. En segundo lugar proporcionan un medio de organizar actividades entre  colegas, con un mínimo de liderazgo o autoridad. Por último, son paradigmas de sistemas intelectuales, basados en elementos,  operaciones y reglas, tal como sucede con sistemas matemáticos y otros modelos intelectuales. LA gente que se halla familiarizada con los juegos puede ser fácilmente introducida a una comprensión  básica de los modelos más importantes de la ciencia y las matemáticas. Desde luego, los juegos corren el riesgo de que se objete el énfasis que pone  en los aspectos científicos y tecnológicos en detrimento de los aspectos de la naturaleza y las humanidades. También es posible  objetar que los juegos enfrentan a una persona con otra produciendo vencedores y vencidos. Es dudoso,  sin embargo, que se pueda  o se necesite organizar una vida sin competencia. Se puede organizar juegos de tal manera que igualen las ventajas, y consecuentemente los placeres, de triunfar. Si bien es cierto que cada uno sigue sabiendo quién es mejor, por lo general, es bastante difícil que una persona descuelle en todo.

La organización del acceso a los juguetes y los juegos cae enteramente dentro del ámbito de las bibliotecas. Los deportes físicos constituyen una excepción importante, presentando problemas similares a los que se dan en los casos que implican el acceso a la naturaleza y los objetos naturales.

La naturaleza no sólo está cada vez más lejos de nuestro alcance, sino que cada vez se la desnaturaliza más, de un lado mediante la explicación y la contaminación, de otro mediante la esterilización de la aventura, La explotación y la contaminación del medio ambiente natural han recibido amplia propaganda en su contra, y son hechos que tiene una gran importancia por lo que toca al continuo disfrute humano de la naturaleza. Educativamente, sin embargo, limpiar el medio ambiente puede ser peor que ensuciarlo. Proteger a los niños de la suciedad, los animales, el nacimiento, las enfermedades, la muerte y otros hechos y cosas naturales, distorsiona sus sentidos  de lo que es real y natural. Para el niño típicamente urbano la naturaleza  no es otra cosa que un producto humano como todo lo demás. Incluso al llegar a adulto tiene cada vez menos oportunidad de descubrir la verdad. Los jets y las carreteras mantienen a la naturaleza a distancia, e incluso una vez que el hombre llega más o menos hasta ella,  el rancho artificial y los safaris organizados en un escenario son de muy poca ayuda para vencer el aplomo urbano. Aún quedan algunos pocos ríos, bosques y cordilleras que no han sido arruinados, pero ya se los está invadiendo. Ya no se puede dejar  que sea la naturaleza la que se encargue de cuidar a sí misma; ahora es el hombre quien tiene que protegerla  del propio hombre. El acceso educativo complica el problema de la conservación de la naturaleza, y si el hombre deja sus armas antes de entrar a ella, esta misma puede continuar siendo el mentor del hombre. Para muchas personas será necesario redactar nuevas guías y descubrir  nuevos tipos de encuentros. Sin embargo, es sorprendente y esperanzador ver cómo los pequeños enclaves naturales que son debidamente protegidos resultan viables.

El acceso a la documentación, las herramientas, las máquinas, los juegos, los recursos naturales y otros objetos educativos de extraordinaria utilidad, eso es algo relativamente fácil de organizar. Se disponen  para otros  tipos de acceso se pueden llevar a cabo sin mayores dificultades. Pero esto deja a un lado todo lo que resta en el mundo entero y que, si bien quizá no posea un potencial educativo tan concentrado, excede en su valor educativo total a todas las clases de objetos especiales reunidas. Las barreras que nos separan de ese mundo de objetos comunes y corrientes son de distinto tipo.  El automóvil es característica de una de ellas. Las ciudades y muchas  de las zonas rurales se han hecho tan peligrosas para lo peatones, especialmente para los niños, que las calles y los caminos ―los senderos físicos que dan al mundo ― están fuera del alcance de muchos de los seres humanos. Si se pudiera volver a abrir las calles a los peatones, la ciudad misma podría convertirse otra vez en una red de objetos educativos, o sea en la escuela natural que ha sido a lo largo de la historia. Sin embargo, quedaría una segunda barrera entre el área de los clientes de las distintas tiendas y los talleres de trabajo donde se encierran la mayoría de los objetos y procedimientos verdaderamente educativos. Esas barreras no existen en las ciudades viejas. El artesano trabaja en el mismo lugar donde hace sus ventas, y la vista del público. Sin embargo, en la ciudad moderna existe aún una tercera línea de defensa: muchas máquinas y procesos de elaboración no se encuentran allí, sino que están escondidos fuera de las ciudades o en lugares que sólo pueden localizar quienes  ya los conocen. Es indispensable tener guías que suministren la ubicación de ese mundo a personas que quieran aprender algo de él, pero así y todo dichas guías pueden ser muy difíciles de preparar y aún sería más difícil concertar el acceso a esos sitios. Esos objetos verdaderamente interesantes son también los más celosamente escondidos; eso es lo que sucede con los objetos científicos, militares, económicos y políticos encerrados en laboratorios, bancos  y archivos gubernamentales.

En el mundo en el que estamos acostumbrados a vivir los secretos parecen naturales e inevitables. La ciencia, por ejemplo, solía estar constituida por una red de personas que trabajan en todas partes del mundo intercambiando libremente su información., una de las premisas originales de la ciencia, que nunca ha sido revocada, expresaba que el proceso depende precisamente de compartir abiertamente los resultados  del trabajo  científico. Hoy en día se ha colocado bajo llave tanto a los miembros  como a los artefactos de la comunidad científica.  En prisiones nacionales y corporativas, con el consiguiente empobrecimiento de los ciudadanos de esas naciones y de los accionistas de esas empresas. Los privilegios especiales que obtiene están lejos de ser compensados por las barreras impuestas al crecimiento del conocimiento. En un mundo controlado y poseído por las naciones y las empresas, sólo será posible un acceso limitado a los objetos educativos. Sin embargo, si se tuviera más acceso a los objetos que se pueden  compartir ello serviría para aumentar la percepción de los hombres, al grado de permitirles romper las últimas barreras educativas.

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